Jen Safrey - El Vecino De Abajo, novelas romanticas

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//-->El vecino de abajoJen SafreyEl vecino de abajo (2005)Título Original:A perfect pairEditorial:Harlequín IbéricaSello / Colección:Julia 1555Género:ContemporáneoProtagonistas:Nate Bennington y Josey St. JohnArgumento:Estaba buscando al hombre perfecto sin sospechar que lo tenía delante de las narices...La sexy y vivaz Josey St. John nunca había sentido el menor deseo de sentar la cabeza ycasarse. Sin embargo, últimamente algo había hecho que se diera cuenta de que lo únicoque quería en la vida era convertirse en madre y esposa. ¿Y quién mejor para ayudarlaque su mejor amigo, Nate Bennington?Nate aceptó ayudar a su amiga a encontrar al hombre perfecto. ¿Por qué entonces lemolestaba tanto que Josey quisiera casarse? Él hacía mucho tiempo que había decididoque no sería un buen padre, así que jamás podría ser el hombre que Josey buscaba. ¿Oquizá sí?https://www.facebook.com/novelasgratisPrologoNate oyó que una mujer gritaba en el piso de arriba, pero no pudo entender ningunapalabra. El agudo grito rompió la calma de Nate mientras tomaba un tazón decereales en la mesa de la cocina y le provocó un sobresalto. Se levantó y retiró lacortina un poco para echar un vistazo afuera; la ventana del piso de arriba estabaabierta. Tras semanas de un frío muy intenso, aquel inusualmente cálido día denoviembre había hecho que su vecina se animara a abrir todas las ventanas. Nateaguardó en silencio unos minutos, pero no oyó nada más.Aún algo tenso, Nate volvió a su tazón de cereales, pero manteniéndose alerta.Intentó relajarse diciéndose a sí mismo que vivir en Boston implicaba entablar unarelación con sus vecinos, le gustase o no. Y, aquel día, lo cierto era que no le apetecíamucho conocerlos. Se había dado el lujo de dormir todo lo que le pidiera el cuerpo,hasta después del mediodía, y después había abierto su maletín y había trabajadodurante una hora antes de darse cuenta de que no había desayunado.Nate se acabó la leche del tazón antes de llevarlo a la pila, fregarlo y secarlo aconciencia. Repitió la operación con la cuchara y colocó los dos utensilios en suslugares respectivos.Otra vez.Otro grito de mujer resonó en el callejón entre los dos edificios y llegó hasta la cocinade Nate. Se quedó de pie, sin moverse, intentando sentirse molesto por el ruido,como cualquier otro ciudadano.Al menos no lo habían despertado los gritos, pensó él. Pero ¿a quién le estaríagritando? No oía ninguna otra voz.Él dio tres pasos hasta el sofá y se dejó caer en él. Buscó el mando bajo su trasero ypensó que un poco de televisión lo ayudaría a relajarse. Lo necesitaba de verdad, yademás el sonido de la tele ahogaría los gritos de su vecina; esperó que no volviera ahacerlo cuando él tuviera que ponerse a trabajar en serio.Pero antes de que apretara el botón de encendido, oyó un golpe sobre su cabezaacompañado de otro chillido.Después, silencio.Nate se puso en pie de un salto.Había alguien con ella. Y sonaba como si le fuera a hacer daño. Tal vez lo hubierahecho ya.Nate esperó tenso, oyó otro golpe, de un mueble, y otro grito indignado.En su mente se dibujó la imagen de la mujer, aunque no la conocía. Sus rasgos noestaban definidos, pero había terror en sus ojos y temor por el siguiente golpe, queno se haría esperar. Él sintió también el terror. Lo había vivido hacía años.Nate corrió a la ventana abierta.Escaneado por Tallitach y corregido por ClaudiaNº Paginas 2-120https://www.facebook.com/novelasgratis—¡Eh! —gritó, consciente de que su interrupción no serviría para nada con alguiencomo su propio padre, pero deseando que el hombre del piso de arriba fuera otrotipo de cobarde—. ¡Eh! ¿Qué pasa ahí arriba?La mujer volvió a gritar pero tenía que haberla entendido mal:—¿Qué clase de juego es éste?¿Juego? Nate, que seguía junto a la ventana, echó un vistazo al aparcamientomientras intentaba ordenar sus ideas. Tal vez alguien estuviera practicando algúnextraño «juego» con ella, algún enfermizo juego sexual... Un compañero deldepartamento había trabajado en un caso parecido hacía unos meses; un hombrehabía matado a su mujer sin querer en el transcurso de una sesión de sado.Entonces empezaron a sonar unos golpes rítmicos contra el suelo, el techo de Nate.—¡Vamos! —gritó la mujer—. ¡Vamos! ¡Por Dios! ¡No! ¡No!La furia hizo presa de Nate, que corrió a su cuarto y agarró el bate de béisbol dedetrás de la puerta. Después salió de su piso y subió las escaleras a la carrera,resbalando por culpa de los calcetines sobre el suelo de madera, y abrió de un golpela puerta del piso encima del suyo. Entró en el salón con el bate levantado y la mujer,que veía la televisión sentada en el suelo, se puso en pie de un salto y gritó.—¿Estás bien? —preguntó él.—¿Quién demonios eres? —exclamó ella.Nate la ignoró por un segundo e inspeccionó con la vista la sala, la cocina, su cuartoy el baño, a pesar de las protestas de ella.No había nadie. Después de haber confirmado que estaba sola, él volvió al salón,donde ella lo miraba con ojos asombrados, esperando una explicación.—Vivo en el piso de abajo. Oí tus gritos y...—¿Y por eso has entrado así? ¿En mi casa? —la mujer lo miró un segundo—. Bueno,siento haberte molestado. Es que me excito mucho con...—¿Estás bien? —repitió Nate. Desde luego, a él le parecía que estaba muy bien, omejor que eso. Era espectacular. Tenía el pelo rubio y corto, como un chico, pero sucara era muy femenina, con una naricita respingona, labios gruesos y unos enormesojos marrones.Ella emitió un sonido que Nate interpretó como parte suspiro de alivio y parte risa.—Bueno, un hombre medio desnudo acaba de entrar en mi salón con un bate debéisbol, aparentemente preparado para darme una paliza por haber hecho muchoruido. No es una cosa que se vea todos los domingos por la tarde, pero supongo quesí, que estoy bien.Nate bajó la vista, echó un vistazo a sus gastados vaqueros y se dio cuenta de que nollevaba camisa.—¿Dónde está él? —preguntó, pero su tono de voz se había suavizado un poco.Ella sacudió la cabeza, confusa.Escaneado por Tallitach y corregido por ClaudiaNº Paginas 3-120https://www.facebook.com/novelasgratis—¿Quién?—Te he oído gritar y he oído los ruidos y los golpes. ¿Alguien trataba de... hacertedaño?—Oh, no —dijo ella, y se tapó la boca con las manos—. Lo siento mucho —pero susojos parecieron sonreír—. Es por el partido.—¿Partido? ¿De qué partido me hablas?Nate apartó sus ojos de la maravillosa visión del rostro de la mujer para desviarloshasta la televisión, donde el locutor anunciaba el fin de la primera parte con elmarcador en Broncos de Denver, 13 y Patriots de Nueva Inglaterra, 10.—¿A este juego te referías? —preguntó Nate, sin apartar la mirada de la tele.—Sí. Normalmente bajo a ver el partido al bar de la esquina, pero la persona con laque había quedado me ha dejado plantada. Hubiera ido sola, porque no pienso dejarque un idiota me estropee la tarde, pero ando un poco justa de dinero y he preferidoquedarme en casa —se inclinó para tomar el mando del suelo y apagar el volumende la televisión—. Me pongo un poco nerviosa en los partidos de los Patriots ysupongo que grité más de la cuenta, pero... ¿has subido aquí corriendo porquepensabas que me estaban atacando?Nate asintió con la cabeza y después se dejó caer en el feo sofá naranja. Después echóun vistazo a su camiseta de fútbol azul, blanca y roja y a sus vaqueros, y dejó caer elbate sobre el suelo.—Gracias —dijo ella con sinceridad—. Lo digo en serio. ¿Estás bien? Pareces muyenfadado... lo siento mucho.Nate no estaba muy seguro de cómo se sentía. Había subido allí a toda velocidadpensando que iba a rescatar a alguien del terror que había sufrido él mismo y al verlaallí, sana y salva frente a él, sentía un alivio enorme.—No, es sólo que me siento un poco avergonzado. Eso es todo.—Pues yo te estoy muy agradecida —replicó ella con vehemencia—. Tanto como sien realidad alguien me hubiera atacado y me hubieras salvado. En serio. Y sientohaberme dejado llevar con las ventanas abiertas. Me gustaría compensarte... ¿Por quéno te quedas? Prepararé algo para comer y creo que tengo refrescos y cervezas...—¿Quieres que me quede?—Claro que sí. No te conozco de nada, pero has pasado el examen de amigo conbuena nota al venir a rescatarme. La mayoría de mis amigos no lo hubieran hecho,incluido el imbécil que me ha dejado plantada —se dirigió a la cocina sin dejar dehablar—. De todos modos, no era mi tipo —sacó dos refrescos light de la nevera y lacerró con un golpe de cadera—. Tampoco es que esté buscando a nadie, que quedeclaro —le lanzó una lata que Nate atrapó en el aire—. Me encantaría tener un amigoen el edificio y además, si fueras un ladrón, ya hubieras salido de aquí con los seisdólares que tengo en el monedero y mis dos únicas joyas verdaderas. Venga, quédatea ver el partido.Escaneado por Tallitach y corregido por ClaudiaNº Paginas 4-120https://www.facebook.com/novelasgratisA Nate, aún algo aturdido, le estaba costando seguir el ritmo de su conversación.Abrió el refresco, tomó un trago y estuvo a punto de atragantarse cuando ella le dijo:—No es que esté buscando alguien con quien salir ni nada parecido, no te vayas aconfundir —ella también tomó un trago—. Quiero decir, que estás bien y eso, perovaloro mucho mi estado civil de soltera. Es sólo que pareces muy... simpático.Ella lo miró de un modo que a él se le antojó el de un psiquiatra examinando a unpaciente, y él evitaba a los psiquiatras puesto que no creía necesario pagar a alguienpor que le recordara la dureza de su infancia. Su mirada lo estaba poniendo nervioso.—No eres psiquiatra, psicólogo, terapeuta ni nada parecido, ¿verdad?—No, lo siento. No puedo ayudarte con eso —dijo ella con una carcajada—. Puedesquedarte a ver el partido y contarme tus problemas en los descansos. Veré qué puedohacer.Su vitalidad era contagiosa y resultaba difícil no son —reírle.—¿Crees que puedes contener tus nervios con alguien al lado? No me gustaría quealguno de esos golpes me cayera a mí.Ella le sonrió, traviesa.—Ya imagino. Supongo que con un invitado podré reprimirme un poco —le extendióla mano y él se la tomó. Le resultó fría y delicada, pero pronto se tornó cálida yconfiada—. Me llamo Josey.Escaneado por Tallitach y corregido por ClaudiaNº Paginas 5-120 [ Pobierz całość w formacie PDF ]

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